domingo, 19 de junio de 2011

La cámara de los milagros (Acto II)

Aparece una vieja batería en el suelo, medio desportillada. Los espectadores se sobresaltan, y un señor de la tercera fila tiene que recomponer su chaleco. La visión de la batería vieja es en gran medida desconcertante.

Ya, pero después lo echaron todo a perder

LESPERAUT: El caso es que el principio del acto me había gustado, el señor Gilbert y sus reflexiones moralistas.
DESPUÉS DE ALMORZAR: No sé si eran exactamente moralistas, mi querido camarada, yo más bien diría positivo-existencialistas...
LESPERAUT: Bueno, como quieras, lo que quiero decir es que me gustaban. El problema vino después, cuando empezaron a entrar todos esos animales a escena, ensuciando la habitación (como era inevitable) y avasallando al pobre señor Gilbert, creo que que lo del avestruz ya fue excesivo. Nunca me acostumbraré a ese teatro sin sentido.

Acto I

Gran habitación totalmente amueblada, pero sin recargar, con el mobiliario exacto. Entra un señor mayor, de mucha más edad de la que aparenta. Se sienta en el sofá. Reflexiona. Se está bien dentro de la habitación.


GILBERT: No hemos de acostumbrarnos demasiado, además, ya sabes lo que pasó con los demás, desaparecieron sin dejar rastro. Todo lo que queda para recordárnoslo es esta habitación. A veces pienso que el destino del hombre no es más que el sepulcro, lo que hagamos antes de eso es mero entretenimiento, matar el tiempo, si usted me entiende. El hombre que vive con miedo, con temor de todo, no sabrá afrontar el final como es debido.